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Me llamo Valentina. Nací en Milán cuando los discos de vinilo se tocaban y se cantaban en nuestras posadas y tabernas. Nuestros santos benévolos e indulgentes me han desplegado los misterios fascinantes y discretos de esta ciudad gris oscura, nunca excesiva. De Milán leo sus lemas sólo sugeridos, quizás sussurrados, como esas noches amarillas biliosas que ocultan púdicamente sus virtudes nunca reveladas. Después de tantos años abro los portones pesados y silenciosos para guiar cada visitante en este abrigo del vientre que mueve los instintos curiosiosos y que nunca se para. Bienvenidos en este mundo de medio, suspendido entre el frenesí y el encanto. Columpiadse como niños en este juego que sólo Milán sabe ofrecer, entre las aguas inconclusas de sus canales y las cuencas de Leonardo, entre los misterios de Santa Maria delle Grazie y los glifos almenados del Castillo. Milán se mueve con el tiempo de un
tranvía, sonaja y resopla como una locomotora al llegar a una estación. Milán es mi estación, entre las piernas que se mueven y cappuccini calientes en los cafés estrechos y apretados a consumir el ritual de un nuevo día.

 

Bienvenudo!
en este mundo de medio, suspendido
entre el frenesí y el encanto